4.12.13

Pupilas y planetas.

Adiós. 

¿Hay algo peor que adiós? Porque hasta nunca, es hasta nunca. Pero adiós, ¿hasta qué?

Corre la sabana y se incorpora en la cama. Los píes fríos sobre la madera crujiente. Después, camina hacia la ventana sumida en la oscuridad mientras el camisón de popelina se le pega a la piel. La abre, y una ráfaga de aire congelado enrojece sus mejillas. Huele, y suena a noche.

Se abraza a sí misma y mira al cielo. La luna está tapada por una espesa nube de color añil, pero las estrellas brillan como tintineando. Permanece así unos instantes, ¿y sí hay alguien arriba que también la observa? Como una guerra de pupilas. 

Le gustaría estar allí, lejos, en un lugar donde hay tanta luz que a duras penas puedes abrir los ojos. Pero cae en la cuenta de que no hace falta subir tan alto para llegar al espacio. La gente es, en realidad, como los planetas. Todos tienen su propia órbita, permanecen distantes del resto por miedo a chocar. 

Comienza a tiritar.

No está de buen humor, pero tampoco de malo. Tan solo piensa. Piensa demasiado algunas veces. Piensa en lo que ha pasado, en lo que pasará, en lo que podría haber sido y no fue. Piensa en blanco, piensa en él, en cómo se aprendió todos sus secretos, cicatrices, golpes y defectos y después se marchó. Piensa sobre dónde está ahora, y se da cuenta de que hay otro lugar en el que preferiría estar. Piensa sobre todo y nada al mismo tiempo. Piensa que pensar da dolor de corazón.

Una vez alguien le dijo que cuando no puedes dormir, es porque una persona está pensando en ti. Así que cierra la ventana y entre dientes, le pide perdón por provocarle insomnio.
______________________________________________________________________________

* Empecé a escribir esto como hace 3 meses y como no sabía como cerrarlo (ni quería, probablemente), 
lo dejé guardado entre los tropecientos mil borradores que tengo hechos. 
Anoche añadí el último párrafo y, supongo que ya está acabado.*